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Historia

CINCUENTA AÑOS DE LAS ESCUELAS NUEVAS

A finales de los años cincuenta del pasado siglo XX, la mirada dulce de un niño llamado Pablito Calvo despertaba el interés de los beasinos que paseaban por la Plaza de España y miraban la cartelera situada en la     fachada principal de las Escuelas Municipales, cuyo edificio se había construido casi setenta años atrás. Era el   protagonista de “Marcelino, Pan y Vino”, aquella película española en blanco y negro de temática religiosa, como otras muchas de la época,     cargada de ternura y picaresca a la vez, que logró grandes éxitos  internacionales. Los niños y niñas del pueblo que se juntaban en la plaza a la hora del recreo, y estudiaban por separado, se sentían atraídos por aquella historia del niño abandonado a las puertas de un convento. Cinco pesetas tenían que reunir, si no lograban entrar de otra manera, para ver aquellos ojos cargados de ternura en la pantalla grande del Cine Clarines. Antes también era necesario comprobar la clasificación de la película en la ventana de la iglesia parroquial. Color blanco, todos los que pudiesen pagarse la entrada podrían acudir a verla.

Mientras en esos mismos años de tránsito entre las décadas de 1950 y 1960, cuando la televisión empieza a llegar a los núcleos rurales, los padres de estos niños se reunían en el Bar España o en el Casino Grande, para ver los grandes partidos del Real Madrid de Alfredo Di Stéfano, momentos colectivos que se vivían con intensidad ante la nueva ventana de la realidad, siempre y cuando no apareciese aquel famoso mensaje de “les rogamos que disculpen esta interrupción y permanezcan atentos a la pantalla”.

Los beasinos que superaban en número a los actuales, más de 4.500, por lo demás, seguían aferrados a sus roles tradicionales, donde el campo era el lugar habitual de trabajo del hombre y de la mujer. Y la casa, además, era la continuación de las labores de ellas. Quedaban pocos años para que se pusiese en marcha el fenómeno de la emigración, que haría menguar considerablemente la población del pueblo, y en muchos hogares se oyese con nostalgia por la radio aquella famosa canción de “Adiós, mi España querida”, de Antonio Molina.

La llegada de la televisión va a contribuir a acelerar, precisamente, los cambios sociales que ya se         percibían en la sociedad beasina, que todavía seguía siendo muy patriarcal y rural.La Iglesia continuaba jugando un papel fundamental en el pueblo, especialmente en el control de la moral pública, sobre todo de la mujer. Aquella Iglesia fomentaba las devociones populares. Son estos los años en los que la Virgen de Fátima visita el pueblo, o se recupera para el culto a Santa María de España. Son también los tiempos en los que muchos jóvenes de las clases medias encuentran en el Seminario Diocesano, recientemente inaugurado, una oportunidad para continuar sus   estudios y, así poder escapar, de las tareas del campo.

El pueblo, además, estaba experimentando, como   estaba sucediendo en casi toda España, un momento de     cambios urbanísticos, que le estaban haciendo más “moderno”. Se había terminado el primer centro de salud, el conocido   como Centro Rural de Higiene, construido a espaldas del Ayuntamiento. Se habían inaugurado las primeras viviendas sociales de pocos metros, construidas en la periferia del casco urbano, y presididas en sus fachadas por una placa metálica del Instituto Nacional de la Vivienda, con el yugo y las flechas. Un nuevo Matadero Municipal se inauguraba también junto al Pozo del Concejo.

Y junto a todo ello, el Ayuntamiento, presidido por su alcalde, Francisco Gómez Sayago, tomó conciencia de     realizar unas nuevas instalaciones escolares que sustituyesen a las existentes para atender a los más de 400         escolares que tenía la población. Corría el año 1957. El pueblo contaba en ese momento con unas Escuelas    Graduadas, repartidas por distintos edificios. Unas para niñas, instaladas en el edificio escolar de la Plaza de España. Allí cuatro maestras atendían a las alumnas, la más veterana de todas ellas era Doña María Pereira, que impartía clases en el edificio desde 1929. Los niños del pueblo asistían a sus clases en otras instalaciones ubicadas en las calles Clarines y General Sanjurjo, donde se encontraba el maestro Don Antonio Pérez Ruiz, el más veterano de ellos. Además de estas instalaciones, en el municipio existían otras escuelas de niños y niñas en el caserío de Candón. Eran dos escuelas unitarias,   atendidas por un maestro y una maestra. Y, en Fuente de la Corcha existía una escuela mixta, atendida   únicamente por una maestra. En todas ellas los horarios escolares se repartían en jornada de mañana y tarde, además de los sábados.

La situación de las instalaciones escolares eran muy difíciles en casi todo el país, y Beas no era una       excepción. Los edificios eran muy precarios y       contaban con mobiliarios y materiales bastante     deteriorados, que se reducían a los pupitres dobles, los tinteros de plomo, el estrado con la mesa del maestro o la maestra, la pizarra, algunos mapas en sus paredes, el Crucifijo y la Inmaculada, y los retratos de José Antonio Primo de Rivera y Francisco Franco. Los niños y niñas llevaban sus maletas de lata o cuero, el plumier, la goma, el papel secante, el cuaderno de rayas, la historia sagrada y alguna enciclopedia ya desgastada de su uso.

Para paliar la situación, el Ayuntamiento decidió solicitar a la Junta Provincial de Construcciones       Escolares, la edificación de cuatro escuelas para niños, otras cuatro para niñas, y una de párvulos, así como nueve viviendas para los maestros de la localidad. La petición acordada por el Pleno Municipal, y firmada por el alcalde, fue trasladada a la Junta Provincial el día 25 de marzo de 1957.

 

Tres años más tarde de elevarse esta   solicitud, en el año 1960, el Ayuntamiento adquiere los terrenos donde debían construirse las nuevas escuelas. Se deciden comprar dos parcelas en el paraje de la Cruz Verde, propiedad de Isabel Serrano Villaseñor y Esperanza Ramírez Sayago, por las que se pagan 72.334 pesetas con 60 céntimos. Un año más tarde, en 1961, los grupos escolares ya estaban terminados. Se habían invertido 1.323.000 pesetas en su edificación. La recepción oficial de las obras tuvo lugar en el mes de     octubre. A dicho acto acudieron el Alcalde,   Francisco Gómez, el Inspector de Educación de la zona, Juvenal de la Vega y Relea, y el         arquitecto encargado de la construcción del edificio, Ricardo Anadón Frutos, el cual había diseñado unos años el Estadio Municipal de Deportes de Huelva, el que años más tarde sería conocido como Estadio Colombino.

Las clases se iniciaron avanzado el curso 1961-62. La dirección del centro quedó en manos del   maestro más veterano, Antonio Pérez Ruiz. Se clausuraron las escuelas de las calles Larga y Sanjurjo.       Siguieron funcionando las de la Plaza de España, que no cesarían hasta el curso 1974-75, más de una década después.

Lo que vino después prácticamente lo conocemos todos los vecinos, pues este ha sido el espacio, el lugar, que nos ha visto a todos crecer como niños y como personas. A grandes rasgos sucedieron muchas cosas en este   medio siglo: los niños y niñas       empezamos a compartir aulas, a vivir y convivir juntos, sin necesidad de una valla, como sucedía al principio; llegó una nueva forma de estudiar, la EGB, a la que unas décadas más tarde sucederían otros planes de estudios, en los que se comenzaron a prestar   atención a las necesidades de cada uno de nosotros y se prolongó la edad de escolarización; aparecieron las actividades extraescolares y los alumnos empezamos a salir del centro       educativo para tomar el pulso al pueblo; los padres comenzaron a implicarse en la educación y en la toma de decisiones, constituyendo asociaciones; vinieron nuevos alumnos de Candón y Fuente de la Corcha, a los que tuvimos la oportunidad de conocer, y con ellos nos acercamos un poco más a sus pueblos y costumbres, igual que ellos a nosotros; el colegio tuvo un nombre propio, Juan Ramón Jiménez, y además fue creciendo en   instalaciones; del papel y el lápiz, pasamos más tarde al bolígrafo, a la máquina de escribir, al proyector de diapositivas, al ordenador personal y, así, a todo tipo de máquinas y útiles que nos han traído las nuevas     tecnologías en los últimos años;… y así podríamos continuar relatando muchas más cosas. Pero esto es solo un flash rápido para recordar estos cincuenta años de vida del colegio del pueblo. Felicidades a todos los que habéis hecho posible estos avances en la educación de tantas generaciones de nuevos beasinos.

Diego Lorenzo Becerril Pérez.

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